Por Marcelo Cantelmi
Elecciones legislativas. El horario de votación se extendió y la oposición sugiere que el gobierno no quiere aceptar su derrota. El presidente Maduro votó por la tarde.
(De Clarin.com).- En un ambiente de enorme incertidumbre, tensión y con el gobierno bolivariano reclamando hasta último minuto a sus seguidores que votaran, el resultado de las cruciales elecciones legislativas celebradas este domingo se convertían en una inquietante incógnita. El régimen extendió una hora más después de las 18 local el final de los comicios pero aclarando que no concluirían hasta que el último votante no hubiera sufragado. La oposición de la Mesa de Unidad Venezolana reclamó al gobierno de Nicolás Maduro que “acepte lo que ya todos sabemos”, sugiriendo que el oficialismo perdió y no reconoce, el control del Congreso que ha dominado desde hace ayer 17 años.
“No tiene justificación esta demora manteniendo los centros abiertos cuando el pueblo venezolano se expresó de manera clara”, afirmó Julio Borges, dirigente de la estructura opositora. El planteo de ese sector es que se mantenía abierto el comicio aunque habían cerrado la mayoría de las mesas. Borges añadió dirigiéndose al gobierno “Nosotros sabemos lo que ustedes saben”, reiteró, sugerente, el político opositor.
La demanda de finalizar la votación expresada por un comité de cinco ex presidentes latinoamericanos provocó una furiosa reacción del actual presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello que exigió que los mandatarios sean expulsados de inmediato del país. La oposición se expresó a través de un canal por internet debido a que toda la televisión que cubre las elecciones sólo informa el lado oficialista, en una sorprendente exhibición de censura a la otra vereda.
Desde antes del horario de cierre inicialmente acordado, voceros del gobierno incluyendo Maduro y el propio Cabello así como una larga lista de militantes, reclamaron que la gente, sobre todo la juventud. concurriera a votar para derrota a la “ultraderecha” que es el mote que le cargan a los disidentes de la política oficialista. Es la primera vez que se produce una insistencia de esa magnitud sobre el electorado. El antecedente es el referéndum para la reelección continua que perdió el fundador del modelo Hugo Chávez en 2007, que se produjo en medio de una fuerte abstención oficialista de más del 40 por ciento. Una primera observación indicaría, precisamente, que este domingo el presentismo oficialista habría sido menor al esperado. Según esa versión, la concurrencia alcanzó un alto nivel de 75% lo que implicará, si el chavismo se abstuvo, que las bases opositores concurrieron masivamente. En ese sentido el presidente había afirmado temprano que las elecciones habían arrancado “un poco lento”. Luego en un twitt muy cauto felicitó a los venezolanos por la elección eludiendo todo triunfalismo. En una declaración previa había dicho, además, que espera establecer un diálogo con el nuevo Poder Legislativo que surja de los comicios “independientemente del bando que obtenga la mayoría” de los escaños.
Todo tipo de versiones circulaban la noche del domingo antes de conocerse los resultados oficiales. Entre ellas que el régimen puso condiciones a la oposición para informar los datos. Pero la dirigencia de la Mesa de Unidad Democrática negó de plano esa especie. También se informó que no se le permitió votar, como había anunciado el propio régimen, al preso político Leopoldo López, recluido en la cárcel militar de Ramo Verde. La oposición dijo que ninguno de los detenidos de la disidencia tuvo ese derecho. Pero horas más tarde, el abogado de López, Juan Carlos Gutiérrez confirmaba que López había podido votar.
Hasta más de dos horas después del cierre programado a las 18 de las elecciones, en todos los canales controlados por el Estado aparecían dirigentes que reclamaban que la gente fuera a votar. Uno de los entrevistados remarcó que mantener abiertos los centros es legal y remató sosteniendo “no confundirse: Venezuela no es ni será jamás Argentina”, en alusión al cambio de gobierno producido en nuestro país.
El gobernador de Miranda Henrique Capriles, una de las principales figuras de la mesa opositora que reúne a una treintena de partidos, hizo un insistente llamado a la calma. «Los venezolanos no queremos un estallido social, no queremos una guerra, los venezolanos queremos que triunfe nuestro país, nuestra Venezuela», dijo advirtiendo sobre el resultado.
Esta elecciones se realizan en un marco social muy complicado y sin precedentes por la profundidad de la crisis. Una inflación superior al 200 por ciento, y una disparada espectacular del dólar paralelo en mil bolívares ayer contra el 6,4 de la primera paridad de las tres hasta 200 bolívares que ampara el gobierno, está haciendo estragos en los ingresos de los sectores más carenciados. Esas masas conformaron tradicionalmente las bases del chavismo y sostuvieron en el poder a Maduro, elegido para sucederlo por el fundador del modelo poco antes de su muerte en marzo de 2013. Un mozo del hotel donde se aloja este periodista sintetiza el cambio de tiempos al revelar que debió vender su automóvil porque no podía mantenerlo y actualmente, con un ingreso de casi 30.000 bolívares, no puede comprarse un par de zapatos que se llevaría todo su salario. El desabastecimiento aumentó la irritación de la gente que es obligada a comparar solo una vez por semana en los supermercados por medio de un complejo sistema de libreta electrónica de racionamiento, pero sin garantía de encontrar productos básicos como harina, pollos, leche o elementos de higiene personal y pañales. Es por lo tanto la crisis social y no el debate ideológico o político el que podría producir un cambio histórico en este país.